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viernes, 3 de diciembre de 2010

Las Verdades de Miguel

Se vende esta casa. A propósito de las adversas condiciones climatológicas actuales, traigo a colación una frase de Miguel de Cervantes, ahora que centenares de miles de personas, como salidas de la nada reclaman un techo, tal como si hubieran vivido bajo puentes durante todos estos años. Dice Cervantes: Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible de que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue de que habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Quiero alejarme de la maledicencia de unos y de la bien sabida afinidad de otros para con el Gobierno que, interpretando vaguadas y deslaves, concluyen atribuyéndose poderes sobrenaturales. Si bien es cierto que las políticas de la IV República no pudieron darle una solución al déficit habitacional, no es menos cierto que con el Gobierno revolucionario este se ha agravado. Bajo la premisa de la justicia social se ha permitido que se haya “rancherizado” partiendo de una supuesta habilidad en el arte de la ingeniería del pueblo, el que ayudado por la ineptitud del Gobierno en materia urbanística trepa cerros con facilidad, construyendo incluso edificios en suelos que acabarán erosionados por unos sistemas de aguas servidas y blancas mal concebidos. A la tan alabada iniciativa popular la lluvia sólo ha venido a darle un empujoncito. La revolución ha corrido peor suerte que la IV República porque no sabe cómo llegó a los brazos de los mercaderes del rancho. Para colmo, el Gobierno se ha hecho cargo de la marginalidad extranjera; así tenemos que durante los últimos días han ingresado damnificados procedentes de Colombia a algunos sectores del Distrito Capital. Ellos se suman a quienes, estimulados por el propio Gobierno, han invadido cuanto terreno encuentran para levantar, primero improvisadas “carpas” de hule marcando territorio, que con el paso de los días le dieron paso a la tabla y por último al bloque de cemento y platabanda levantando ranchos que después lucen un cartel con el letrero de “Se vende esta casa”. Durante el proceso la mayoría de los invasores se va por las noches para regresar luego al día siguiente a continuar su faena. Poco a poco fueron apareciendo las antenas de la televisión por cable en extraño contubernio con aquella Babel levantada en promontorios que ahora se deslizan trágicamente como evidencias de ciudades donde se pretende convivan los pegostes de concreto armado logrados gracias a la gestión de un alcalde corrupto y las rancherías de la revolución. Ahora, la urgencia del Gobierno por atender el drama de quienes con lluvia o sin ella seguirán siendo “necesitados” de viviendas, multiplicándose como los peces, puede crear problemas todavía más graves. Construir por construir, sin planificación urbana acabará colapsando los centros urbanos, ya de por sí desvirtuados. Los mercaderes del rancho no pararán en su intención de hacer del país un solo tarantín. No olvidemos que las rancherías proliferan de acuerdo a las exigencias de la clientela electoral. Me pregunto adónde vivían antes quienes han invadido de manera geométrica las pocas áreas verdes que le quedaban a las ciudades. ¿Eran topos acaso? En China Popular se pueden ver centenares de rancherías en cañadas y quebradas que desde arriba dan un espectáculo insospechado, pero ese no es nuestro caso. Pregunto: ¿Por qué en Venezuela la construcción del rancho constituye una industria? Acá se habla de construir una vivienda digna. ¡Amigos, por muy amplia que sea una casa ello no es una garantía de dignidad porque esa cualidad es una conducta ante la vida! Recuerdo que tras la vaguada de 1999 en tiempo récord se construyó una buena cantidad de viviendas, ahora, todos sabemos qué ocurrió; con todo y que se entregaron hasta con lavadoras automáticas no tardaron en aparecer hasta las pantaletas e interiores colgados en amasijos de alambres que servían de cortina a las ventanas. Después se reprodujeron los cartelitos anunciando la venta de cualquier cosa, para finalmente emerger uno con la siguiente leyenda: “Se vende esta casa”. Esa es nuestra tragedia.
Fuente: http://tinyurl.com/22svv5g

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